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lunes, 23 de noviembre de 2009

Clara en el diez de enero




Clara en el diez de Enero de 1996, en la tarde con el calor
pegado en el cuerpo y agobiada.

Teníamos una cita a las 14:30 con el Dr. Ritucci,
aprovechando la época del verano, en la que teníamos
muy poco trabajo.
Llegamos con Clarita un tanto ajustadas de tiempo,
como a las 14:25 a pesar de estar a solamente
3 cuadras del consultorio, sonó el timbre y sin ninguna
pregunta se abrió la puerta.
Ingresamos al antiguo edificio, frente a nosotras
había un ascensor con detalles de madera tallada
y un tubo de luz en cortocircuito.
Abrimos la puerta del ascensor con dificultad y
conseguimos hallar el interruptor para cerrar la puerta.
Subimos hasta que en el sexto piso el ascensor se detuvo,
empezó a sonar una chicharra.
Ayudame por favor que esta puerta está trabada,
y ese sonido me está volviendo loca,
no sé como permiten que un edificio
de esta categoría, tenga un ascensor
de principios del siglo pasado.
Dr. Ritucci, cardiólogo,
PH Maryland USA,
Av. de Mayo 1343 12º A.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
No nos queda otra opción que subir por las escaleras,
ya sé que es increíble que en un día con 30º
a la sombra estemos subiendo por acá,
pero bien sabés que no es fácil traerte al médico.
El pasillo por el que ibamos subiendo las escaleras
se volvía más estrecho y oscuro.
A la altura del décimo piso, una pequeña mujer canosa,
de aproximadamente 70 años abrió la puerta
de un estudio de abogados o algo similar.
Han visto a mi gato, se llama Terry,
suele salir a dar un paseo por la tarde,
yo lo tengo educado para que no suba por las escaleras,
en general se queda aquí, a lo sumo salta hasta
el rincón del ojo de buey, y se queda respirando
aire nuevo. La encorvada señora con ojos claros
y profundos, las miró con un dejo de extrañeza
y volvió a preguntarles por su gato Terry, detalló
sus signos: ojos muy verdes, pelo grisáceo
y un collar rojo con dos campanitas.
Incrédula dudaba de nuestras palabras. Cómo que no lo vieron,
desde donde vienen subiendo,desde el sexto y no lo vieron.
Terry jamás baja más allá del octavo piso, ni tampoco
sube. A que piso me dijeron que iban, al doce, Ah!!!
En cuanto se enteró del destino al que ibamos,
pegó un portazo abruptamente sin siquiera escuchar
que nos dirigíamos al consultorio del Dr. Ritucci.
Escuchamos mientras subíamos algunas risas
y voces que en medio del silencio claro
murmuraban atrevidamente.
Clara el diez de enero pensó que no llegaban más.
Que te importa si el turno siguiente
es el mío: Maribel Ríos.
Es que me molesta caer tarde y que una consulta
de veinte minutos,se convierta en una cita
interminable.
Estás segura que es en el piso doce.
Si Clara, ya me lo preguntaste cuatro veces hoy,
es Av. de Mayo uno tres cuatro cinco, piso 12
departamento A. No te das cuenta que
a veces sos un poco repetitiva?
Habia un recuerdo traumático en Clara.
El de su última visita a un médico, en quince minutos
el doctor de su padre le explicó que tenía metástasis
y que la misma le devoraría la vida,
por lo tanto sólo le quedaba permanecer
junto a él ese último tiempo. Toda esta sensación
se sumaba a la que le dejó la muerte de su madre
hace ocho años. Fue a partir de ese hecho que
Clara desarrolló una cruenta fobia hacia la medicina.

- Clara no podes dejar de quejarte?
Ah sí claro, a vos que te encantan los médicos,
ves ER y cuanta serie den en la tele sobre médicos,
estás enamorada de Dr. House.
Sabés que los detesto y me caen mal
la arrogancia y prepotencia que tienen cuando deciden
sobre la vida y la muerte.
Me parece que te fuiste. No es suficiente que hayas venido,
acá estamos nos falta un piso nada más,
dejá de quejarte por favor.

Llegaron al piso doce y tocaron el timbre en el “A” ,
desde el portero eléctrico una voz femenina preguntó
quién era. Clara Mendieta y Maribel Arostegui
se anunciaron, tenían turno con el Dr. Ritucci.
Sonó el timbre y empujaron la puerta para ingresar
al consultorio, en el recibidor había un amplio espejo,
más adelante una serie de cómodos sillones
de sala de espera. Frente al espejo se veía un
poster enmarcado con la imagen de la carta
del tarot correspondiente a la muerte.
La luz era tenue, al otro lado de la puerta
que daba al consultorio del Dr. se escuchaba
una suave melodía de jazz.
Se quedaron leyendo una revista que estaba
sobre la mesa, al abrirla vieron una horrible
foto de riña de gallos.
Luego de dos minutos allí, se abrió la puerta
y salieron por ella el Dr. junto a una paciente mujer,
lo extraño era que el Dr. no vestía ni
guardapolvos ni tampoco la mujer que salía
parecía una paciente.
Detrás del escritorio asomaba un desfibrilador,
aunque no entendíamos para que tenia ese instrumental
aquí en el consultorio.
El Dr. se dirigió a Clara y la hizo pasar,
cerró la puerta. Luego la música cesó,
y me acerqué para intentar oír algo del diálogo.
Fue enorme e inesperada mi sorpresa
al escuchar unos maullidos desgarradores,
parecían una clase de lenguaje que no podía comprender
pero no se escuchaba ninguna voz humana,
sólo un gong al fondo vibrando hasta que
inmediatamente todo vidrio tembló hasta estallar.
Primero fueron las ventanas,
luego siguió el espejo más tarde la mesa
de cristal donde estaba la revista que leíamos.
Al final caí golpeada por eso sonido hipnotizante
que me adormecía lentamente,
como si me hubieran anestesiado.
El ambiente se llenó de un olor
perfumado como a jazmines, al rato
alguien se acercó a mí, si bien pensé que era el Dr.
no podía verlo, al tocarlo sentí la piel de un gato,
es lo último que recuerdo
antes de que la hoja del cuchillo
penetrara varias veces en todo mi torso.
Te lo dije, te lo dije escuché decir a Clara.

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