Mi Lugar
Este relato arranca en el condominio con el número diecisiete.
Ni el uno ni el cero, ni jueves ni lunes. Sábado de grises
templados,
bóvedas y cúpulas modelando el horizonte poblado de hojas
amarillas
que caen al frente. Vereda impar, esfuerzo impar, silbidos o
cánticos
de las aves matutinas. Hay dentro una cierta neblina, que se disipa
cuando caminamos hacia las puertas. La entrada es salida. El camino
tiende al sur o al norte.
Como todo en un relato puede ser sutil, diseñar un recorrido es cerrarle
la puerta a otro. Pierda el orden lector, nunca espere que en la vida el
siete anticipe al ocho. Sepa que definir un lugar sin pensarse parte de él
es difícil. Tanto como mirarlo desde miles de kilómetros de distancia, y
no saber si este lugar es una nacionalidad o un sentimiento. Será por
sus hielos permanentes, su costa bañada por el océano siempre frío e
infinito, o por sus tierras fértiles, volcánicas, montañosas, áridas y
selváticas.
Creo que es el viento silbando una quena enamorada del charango,
aunque a contramano y con mirada esquiva una lágrima salta del
bandoneón cantando en lunfardo. Présteme atención porque afinando el
ojo se puede ver llorar la biblia junto a un calefón.
Por eso cuestiono cuál es este lugar, que significa. Al final acabo
preguntándome mucho más quién soy que de donde soy.
Esta patria tierra lugar del que sólo vemos fracturas tiene más puentes
que quebradas. Tiene ciudad, donde las poesías derraman su sangre,
con historias que narran su borde.
Aunque la vea, sepa que es una ilusión. Lo que se oculta en sus
paisajes, es más de lo que usted cree ver.
La frase ‘No sé si soy un sueño de usted o usted es un sueño mío’ quedó
tallada en esta ciudad, haya o no existido tal escritor que la dijo. Sus
palabras fueron desgarradas y convertidas en jirones de tela al viento,
en húmedas vendas que profundizan las heridas de este terruño
construido fuera del tiempo.
Difícil pensar cuando el hiato, se convirtió en grieta. Aquí el tiempo se
detiene. Oímos las pisadas del arrabal, el sonido de cuchillos y las
ruedas de carretas.
Me pregunto si esta ciudad es una construcción de las lecturas que este
hombre, que no existió, hizo antes de ser fundada. Quisiera pensar con
claridad, pero desandar sus calles me llena de interrogantes.
Los empedrados, las paredes a punto de derrumbarse, la ironía del
puerto y un río al que le damos la espalda.
Escena perfecta, la de los ciegos que narran el contorno. En el horizonte
se dibujan voces anteriores que cantaron al exilio, atrapan recuerdos de
cuando fueron felices. Brotan de las gotas de sudor después de una
jornada laboral. Asi súbitamente, aparecen lazos invisibles. Vínculos
imperfectos e imprecisos que gestionan lo inevitable. Escribir es en vano.
La fuerza que brota del espíritu hace que mi sendero se parezca un
tanto más a mis preguntas. Fíjese que puede encontrar en cada
rinconcito de esta ciudad, verá una pareja enamorada, encontrará una
canción, descubrirá huellas de habitantes lejanos, respirará el aroma de
café recién molido.
Y por más que sea fútil el esfuerzo, no puedo dejar de hacerlo. Todo ya
está escrito. Aún así me resisto a callar. Porque creo que seguir
escribiendo es poder homenajear a ese que vive en mí. El que vive en
mi ciudad, en sus bares, en sus monumentos y dentro de un tango. Reto
a usted a encontrarlo o a perderlo, para fingir que sin haberlo leído o
haber escuchado sus historias podemos ser los mismos u otros.
Algo sucede al ver esta ciudad, nos inspira y nos desafía. Es una
paradoja hasta el infinito . Depende de la hora, del sabor de una fruta
verde o madura.
Las ausencias hablan más de las presencias que de ellas mismas.
La palabra que construye mi ciudad no me pertenece.
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