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domingo, 26 de abril de 2009

La Botella



Tomó entre sus manos la botella que el mar devolvió a la playa, la miró y embebido en ella abrió los ojos, al verla recordó ese párrafo olvidado de los evangelios
Tomen y coman todos de Él.
Era de noche, muy poca luz rodeaba a Javier, se repetía a sí mismo que no podía ser cierto, las velas lo fueron rodeando de un aura de misticismo. No había olores ni recuerdos, una imagen perfecta aparecía en su mente, algo como un baúl de vivencias. El estado de ensoñación lo volcaba más a ese diálogo con la divinidad. Se preguntaba por su alma, detenida tras la muerte de su hermano Guillermo. Allí también vivían algunas de sus fantasías más fuertes.
Aquellos que crean en mí, vivirán para siempre.
Ese pequeño lugar cifrado, cofre del espíritu, no tenía llaves ni candados y era recorrido por Javier, cada vez que una botella hacía presente la muerte de Guillermo en un accidente automovilístico.
Había alcohol en la sangre de su hermano, y aunque podríamos decir que esa imagen tenía colores,
aquí en el baúl de Javier, todo era simplemente pálido.
Valeria se acercó a ese sueño de Javier y pudo verlo dentro del baúl. Buscó entre sus libros y no pudo hallar el Dogma de Cristo que Javier estaba leyendo la última vez que lo había visto. Supo que Guillermo murió trágicamente, y hacia ya seis meses que no tenía noticias de Javier.
En una charla telefónica con él, surgió la chance de hacer un retiro espiritual, estaba profundamente conmovido luego de lo sucedido y Valeria no pudo sostenerlo.
Los intentos posteriores por verlo fueron vanos, y la última visión que tuvo de Javier fue en sueños. Un año más tarde recordó que había leído en una carta que Javier había encontrado en el escritorio de su hermano

" cuando uno de dos gemelos muere, el otro recorre un sendero para poder purgar el alma de ambos, y si este camino no es recorrido todas las miserias de esta vida se repetirán en la próxima...

lunes, 13 de abril de 2009

Semáforo



Estoy con la mirada perdida, miro pero no puedo fijar
la vista en nada. Me siento tensa y ausente, veo mi cuerpo
flotando de sensaciones, faltan cuarenta cuadras.
Un rayo cae frente a mi, son actores illuminados, jóvenes,
adolescentes, van tomados de la mano, las miradas se
enfrentan una a la otra y caminan con pasos veloces.
Podria imaginar sus nombres, sus gustos, sus barrios y
también a sus familias. Mis ideas van dando vuelta
alrededor de esta parejita, comienzo a caminar con ellos,
los veo corriendo hacia la plaza, se besan sin respirar,
con la excitación de lo nuevo.
El semáforo aún estaba encendido en rojo y
no podía ver otra luz.
Son dos soles, que brotan de la unión de esta pareja,
cada paso es antesala del siguiente, el la besa muy fuerte,
Ella en un intervalo lo toma de la mano,y mientras el
iba acercando la otra mano hacia sus pechos, la vuelve a tomar
en un fuerte abrazo y posando su mano en los pechos de ella,
la apretó fuertemente.
Son jóvenes, libres y no tienen ni tendrán los absurdos
prejuicios que una mujer de cincuenta y un años como yo,
tuvo que soportar todo este tiempo.
El tiempo lentamente iba retrocediendo hasta evaporarse
en un suspiro y en este andar. Gabriela construia lentamente
una zona de no recuerdos en su propia mente. Ahora iban co-
rriendo, siempre tomados de la mano doblaron en la esquina
mucho más rapido de lo que su vista podía seguir,
Cruzaron la plaza, pasaron frente a la Iglesia y le dedicaron
un estruendoso beso a San Joaquín. La carrera no cesaba,
y los autos que pasaban al lado de Gabriela habían enmudecido.
Habían llegado a ese lugar al que Juan nunca accedía a llevarla.
Para que jodés otra vez con eso Gaby, te dije que no me gusta
ir a tirar la plata. Cuando nos conocimos me rogabas para que
yo aceptara.Ella se acercaba a él, lo desvestía con velocidad y torpeza,
él no encontraba forma de quitarle sus prendas íntimas más
rápido. Debe ser la primera vez, quién más sabrá lo que están
haciendo, sabrán cuidarse, le dolerá como me dolió a mi ?
El ya estaba dentro de ella, la había recorrido de memoria
con todo su ser, se movían violentamente, se miraban, se tocaban,
se buscaban y se encontraban.
Una sirena zumbaba al lado de Gabriela y ella manejaba
inconmovible. Habrán acabado juntos, lo harán otra vez,
probarán otra posición. Gabriela estaba a tres minutos
de su casa. No lo puedo creer empezaron de vuelta,
ahora ella está arriba de él.
Juan observaba fijamente el televisor, no hubiera resistido
una encuesta telefónica del medidor de audiencias.
Para Gabriela en ese instante era un mueble más de su casa.
Que hacés Gaby ?
Me voy Juan
Cómo que te vas si recién estás llegando ?
Si, Juan me voy, me voy …
Dale, dale
Me voy Juan
Um, um, si, si.
No,no quiero irme mi amor, quedate acá un rato más, abrazame.
No te duermas, quiero mirarte a los ojos. No te vistas,
besame otra vez.
Chau Juan.

viernes, 10 de abril de 2009

Prólogo de Historia de la locura en la Epoca Clásica






Para este libro ya viejo debería yo escribir un nuevo prólogo. Mas confieso que la idea me desagrada, pues, por más que yo lo hiciera, no dejaría de querer justificarlo por lo que era y de reinscribirlo, hasta donde pudiera, en lo que acontece hoy. Posible o no, hábil o no, eso no sería honrado. Sobre todo,
no sería conforme a como, en relación a un libro, debe ser la reserva de quien lo ha escrito. Se produce un libro: acontecimiento minúsculo, pequeño objeto manuable. Desde entonces, es arrastrado a un incesante juego de repeticiones; sus "dobles", a su alrededor y muy lejos de él, se ponen a
pulular; cada lectura le da, por un instante, un cuerpo impalpable y único; circulan fragmentos de él mismo que se hacen pasar por él, que, según se cree, lo contienen casi por entero y en los cuales finalmente, le ocurre que encuentra refugio; los comentarios lo desdoblan, otros discursos donde
finalmente debe aparecer él mismo, confesar lo que se había negado a decir, librarse de lo que ostentosamente simulaba ser. La reedición en otro momento, en otro lugar es también uno de tales dobles: ni completa simulación ni completa identidad.
Grande es la tentación, para quien escribe el libro, de imponer su ley a toda esa profusión de simulacros, de prescribirles una forma, de darles una identidad, de imponerles una marca que dé a todos cierto valor constante. "Yo soy el autor: mirad mi rostro o mi perfil; esto es a lo que deben parecerse todas esas figuras calcadas que van a circular con mi nombre; aquellas que se le aparten no valdrán nada; y es por su grado de parecido como podréis juzgar del valor de las demás. Yo soy el nombre, la ley, el alma, el secreto, el equilibrio de todos esos dobles míos. “Así se escribe el prólogo, primer acto por el cual empieza a establecerse la monarquía del autor, declaración de tiranía: mi intención debe ser vuestro precepto, plegaréis vuestra lectura, vuestros análisis, vuestras críticas, a lo que yo he querido hacer. Comprended
bien mi modestia: cuando hablo de los límites de mi empresa, mi intención es reducir vuestra libertad; y si proclamo mi convicción de no haber estado a la altura de mi tarea, es porque no quiero dejaros el privilegio de oponer a mí
libro el fantasma de otro, muy cercano a él, pero más bello. Yo soy el monarca de las cosas que he dicho y ejerzo sobre ellas un imperio eminente: el de mi intención y el del sentido que he deseado darles. Yo quiero que un libro, al menos del lado de quien lo ha escrito, no sea más que las frases de que está hecho; que no se desdoble en el prólogo, ese primer simulacro de sí mismo, que pretende imponer su ley a todos los que, en el futuro, podrían formarse a partir de él. Quiero que este objeto-acontecimiento, casi imperceptible entre
tantos otros, se re-copie, se fragmente, se repita, se imite,
se desdoble y finalmente desaparezca sin que aquel a quien le tocó producirlo pueda jamás reivindicar el derecho de ser su amo, de imponer lo que debe decir, ni de decir lo que debe ser. En suma, quiero que un libro no se dé a sí mismo ese estatuto de texto al cual bien sabrán reducirlo la pedagogía y la crítica; pero que no tenga el desparpajo de presentarse como discurso: a la vez batalla y arma, estrategia y choque, lucha y trofeo o herida, coyuntura y vestigios, cita irregular
y escena respetable.
Por eso, a la demanda que se me ha hecho de escribir un nuevo prólogo para este libro reeditado, sólo he podido responder una cosa: suprimamos el antiguo. Eso sería lo honrado. No tratemos de justificar este viejo libro, ni de
re-inscribirlo en el presente; la serie de acontecimientos
a los cuales concierne y que son su verdadera ley está lejos de haberse cerrado. En cuanto a novedad, no finjamos descubrirla en él, como una reserva secreta, como una
riqueza antes inadvertida: sólo está hecha de las cosas
que se han dicho acerca de él, y de los acontecimientos
a que ha sido arrastrado.
Me contentaré con añadir dos textos: uno, ya publicado,
en el cual comento una frase que dije un poco a ciegas: "la locura, la falta de obra"; el otro inédito en Francia, en el cual trato de contestar a una notable crítica de Derrida.
—Pero ¡usted acaba de hacer un prólogo!
—Por lo menos es breve
MlCHEL FOUCAULT

jueves, 9 de abril de 2009

Pierre Bresson




Pierre siempre fue obsesivo, decían que esa característica lo había transformado
en uno de los mejores fotógrafos de guerra, jamás sacaba una foto, que no
pudiera ser primera plana de cualquier periódico del mundo. Klaus su
compañero por años, siempre contaba que para Pierre el azar no existía,
ni aún en medio de la guerra, por eso había podido salvar su vida, cuando
lo alcanzó fuego cruzado de francotiradores en Bosnia.
Era terco, obcecado, sociable y solitario a la misma vez. A los 42 años,
cansado de los manejos de la agencia que le retaceaba la compra de fotos,
decidió publicar una serie de escritos, más bien notas, que recolectó
con paciencia de artesano durante su estadía en Corea.
Pierre nunca supo que tenía cáncer de pulmón, aunque notaba que ya no
podía correr sin agitarse. El último suceso fue plena selva, una noche
trastabilló y fue capturado por una patrulla de fuerzas chinas que venían
tras el ejército en plena retirada. Siempre conservó un estado físico muy
atlético, jamás una chica le decía que no, a ese joven flaco y musculoso, que
cargaba cámaras,anécdotas y una mirada profunda de ojos claros. Su estatura
era mediana, el cabello negro contrastaba con la incipiente barba canosa que le
crecía en forma tupida.
Klaus, alguien así como un mejor amigo, conocía su incapacidad para
mantenerse presentable, lo torturaba diciéndole que no eran necesarios
más que unos minutos para verse bien prolijo. La respuesta de Pierre
era la misma siempre," Nunca sé cuánto tiempo me queda, eso depende
de la guerra, ella decide cuando puedo dedicarme a mí barba".
Pierre que entendía a su amigo, jamás pudo darle la razón y hoy

a la distancia, vemos las últimas fotos que sacó Pierre y podemos
observar sin ser entendidos en este arte, cuánto tiempo le tomó
estar ahí para capturar esa imagen o ese gesto.
Todo cuanto decía una foto era algo que Pierre estaba diciendo, nunca
aceptó las reglas del siglo veinte pero se reconoció en él como pocos.
Tampoco quiso ser un predicador o un denunciante, esa no es mi labor
decía, pero sus fotos no pensaban igual.
Un monje budista que lo cruzó en el puerto quiso obsequiarle una flor para
que lo acompañe en su camino, aunque Él la rechazó con una dura negativa.
Sin embargo, el día de su muerte fue el único objeto que encontraron en el
cuarto del hotel junto con sus cámaras, ya que se había desprendido de todo.
Su ropa, sus valijas, su sombrero y los libros fueron encontrados en una aldea
cercana a Inchon.
Sus conquistas amorosas duraban una semana y jamás estaba más de ese
tiempo junto a la misma mujer. Pierre se había enamorado perdidamente
de su ex-mujer Juliette madre de sus hijos, cuando ella lo dejó según su propio
relato, la pena que lo atravesó fue más poderosa que todas las balas de
mortero que escuchó en su vida.
Nunca se pudo quitar ese dolor del alma, así sus partenaires eran expulsadas
al instante en que Pierre percibía que empezaba a encariñarse con sus
nombres, perfumes, gustos y formas de amar.

Kunu Ri : el patrullaje del río desde unas pequeñas lanchas de pescadores, no
parece atraer la atención de los soldados ubicados al Norte, salimos desde la  
ribera Sur del río Ch'ongch'on, los soldados bromean con la comida de
Philadelphia, pero enfrente tienen soldados débiles con una fortaleza
inquebrantable. Aún luego de haber luchado durante toda la gran guerra contra

los orientales, los americanos se vanaglorian de su superioridad.
Vamos camino a la montaña para bordear el río y sorprender a los coreanos,
en sí no creo que puedan lograrlo. No paran de hablar de los Phillies, y de la
liga de béisbol, la increible serie mundial perdida con los Yankees de Nueva
York.
Hay sonidos de disparos dispersos.
Pienso en Juliette, nunca pude dejar de pensar en ella, en los momentos
en que luego de hacer el amor, se le escapaban algunas lágrimas.En su
silencio cuando le preguntaba por su padre muerto en su infancia.
Siguen mofándose de los coreanos, para ellos todos son ojos rasgados,
no hay personas, solo enemigos tontos que sonríen más y más, o gritan,
hasta que no hay más remedio que jalar el gatillo.
Como estará creciendo Jacques, me reconocerá y la pequeña Annette,
crecerá tan bella como su madre.
Llegamos a la ladera este de un pico de 300 metros, pronuncian su nombre
con dificultad, Sunchon-kunu-ri, no entiendo bien.
Ahora me miran y no comprenden mí miedo, algunos de ellos se muestran
aturdidos por mi mirada. Se puede oler la muerte a pocos metros, hay silencio,
misterio y negrura. Ya envié los últimos francos que me quedaban, ahora
debo esperar por la próxima paga, con la comida tóxica que desperdician
los soldados alcanzaría para vivir décadas.
Avanzan, los oigo, son pasos muy fuertes, otra unidad se viene acercando, los
árboles empiezan a temblar. Un estruendo siembra el desconcierto entre los
soldados, hay gritos sordos de dolor, por el humo no se logra localizar de donde
provienen, el sargento de comunicaciones no responde, perdieron contacto, es
de noche y la fogata alrededor del campamentoilumina los rostros muertos de
los soldados. Este día parece una repetición del anterior. Sin embargo esta vez
Pierre no pudo escapar, sus ultimas fotos reveladas post-mortem ganaron el

Pulitzer.

domingo, 5 de abril de 2009

Julia y Magush


Algunos brujos actuales leen el destino en las hojas de té o en la borra del café, algunos en los árboles, en la lluvia, en las manchas de tinta o en la clara de huevo, otros en las líneas de las manos, o en bolas de cristal. Magush lee el destino en el edificio deshabitado que está frente a la carbonería en donde vive. Los seis enormes ventanales y las doce ventanitas del edificio vecino son como barajas para él.
El momento propicio para realizar el trabajo es la caída del sol cuando se filtran por las celosías de las ventanas interiores del edificio ciertos rayos oblicuos, que reverberan sobre los vidrios de las ventanas del frente.
Magush dirige sin temblar, todo su espíritu hacia la fachada moderna de la construcción, en tanto Julia mira hacia el ancho río por donde el sol caerá en breves instantes.
- Veo tras el río, la ciudad gigante que abandoné para llegar hasta aquí, le comentaba Julia a Magush en su encuentro de todas las tardes.
-Curiosamente yo debo ver hacia donde el sol apunta, allí se dirige el saber para mí. Contestaba calculadoramente Magush.
El diálogo entablado no difería del mismo que habían tenido ayer o la semana pasada, nada en las palabras infería que esta tarde de un sol pleno y abatido cambiaría la vida de Julia.
Cada tarde al salir de la oficina, Julia caminaba hacia la rambla para mirar el sol cayendo hacia el oeste donde dormían sus sueños olvidados. Ese breve lapso continuo y rutinario, le devolvía la calma luego de una lucha denodada por un objetivo tan efímero como la vida misma, en esa caminata que sólo interrumpía el encuentro con Magush se derretían cada uno de los sinsabores de la jornada.
-Cuando vas a leer otra cosa. Nunca podrás saber nada de mí.
-No necesito saber, la lectura coloca verdad allí donde hay sombra.
-Cuantas personas vienen en el día ?
-No lo puedo determinar, ni leer. Algunas caminan hacia aquí, y no llegan jamás a verme. Prefieren quedarse con la pregunta
Qué hubiera sido de mí si Magush me hubiera alertado, como podría haber cambiado todo de haberlo sabido.
- Tu nombre, me decías, quiere decir fortaleza, sabiduría para los antiguos.
- Los nombres no los elegimos los hombres, están dibujados en el agua que te bendice al nacer. Esa tradición que muy pocos aún conservamos, nos redirige a este lugar aquí y ahora. Y tu nombre, qué es para ti ?
-Mirá mi pelo y verás eso mismo, no significa nada. Es decir significa la que lleva el cabello crespo.
Julia vestía un trajecito ajustado color oscuro y sus anteojos de sol detenían el vuelo al viento de sus cabellos largos y lacios.
Luego de escuchar a Magush como todas las tardes, lo miró repentinamente y observó como el sol recortaba su rostro anguloso, miró detenidamente sus manos y como paradoja trató de leer en ellas: trabajo, amor, fortuna, etc.
Sin darse cuenta, imperceptiblemente su mente científica, iba descubriendo cuan clara podía ser la supuesta verdad de este
adivinador, carbonero de origen.
Algunas veces se preguntaba si alguien más hablaba con Magush. Nunca en todas esas tardes a la salida del trabajo había visto a alguien hablando con él. Mirando el ancho río y el atardecer volvía una y otra vez a preguntarse en respetuoso silencio si alguien cambió de rumbo, luego de preguntarle por su destino.
Está vez prefirió la voz de Magush, al silencio del río devorador de luz, que tarde a tarde deglutía al sol por entero para imponer la rutina de la oscuridad aterrorizadora para Julia.
-Crees estar preparada, increpaba Magush
-Sí
-Comencemos entonces
-No sé cuánto podré creerte, a ti o a las runas.
Julia cortaba así abruptamente con la voluntad de Magush, para que ella pudiera tomarlo en serio. Sin embargo el crédito abierto hacia la lectura, era una oportunidad que no iba a desaprovechar. Ella creyó que preguntar a Magush por su futuro, era tan incierto como el futuro mismo, y su salvaguarda era no creerle, para no dejarse en manos del destino.
El carbonero era su pasaporte hacia otro terreno, un plano donde no moraban ni la alegría ni el dolor, solamente habría palabras ( verdad según Magush). Las mismas palabras (verdades) que Julia necesitaba para dejar de mirar el horizonte.
Ella necesitaba de él, aunque no lo supiera. No sería fácil aceptar lo que le dijera, pero de algo sí estaba segura, no podría remediarlo.
-Como crees que puedes leer mi vida. Es decir no creo en la borra del café, o en los naipes.
-Tú sabes que no necesitas creer, verdad ?
-Sí
-Entonces deja que caiga el último centímetro de sol y podremos hablar.
Este desliz del sol por entre las ventanas transcurrió muy lentamente. En los terrenos de Julia, todo era una decisión inmediata, compren ya , vendan ahora que está bajando. Toda su tarea se trataba de no dudar, esa era una labor que se les permitía a los dioses profanos. Para Julia era algo así como tener dos dados entre sus dedos, dados que esperaban el final, doble seis o nada. Ella construiría su verdad aquí y ahora, removería de sí todo el maquillaje, y su rostro sería pálido y lánguido como todas las mañanas.
Ella se disponía a recibir la verdad. Existe alguien capaz de tal empresa ? Puede algún ser humano, recibir la verdad cruda?
Tan cruda como para volverse profecía...
-Debes beber tu copa, increpó Magush a Julia
-Sí, lo sé
Giraba la copa, como tratando de oxidar su contenido, había aprendido algo en los cursos de cata pero a esta altura, se le confundía el merlot, con el malbec, el método champenoise con el charmat, y su vida era en realidad la que giraba, no las burbujas. Magush desprovisto de amuletos y con la túnica púrpura que vestía los jueves, giraba la copa que Julia le había devuelto. Ahora era ella la que había parido, el vientre era aún más profundo que lo que ella misma imaginaba.
De pronto se miraba allí bebiendo frente al río y sola. Nadie podía en ese instante mirarla o acercarse a festejar con ella. Un mudo sonido se oyó salir de los ojos de Julia cuando Magush se lo dijo. Saltaron los ojos de Julia y fueron guiados hacia un éxtasis total.
-Nirvana se llamaba?
-No lo sé.
-Cuando llegará ?
-En dos semanas.
Julia quitó sus zapatos de taco, y caminando hacia el río pisó la arena fría y húmeda. Magush bajó los hombros y relato en extrañas lenguas todo lo ocurrido en su visión. Levantó sus naipes y sus envases y se retiró rumbo a la carbonería.
Julia por vez primera miro hacia el Este, quiso buscar aquel lugar que le había contado Magush pero no pudo encontrarlo, creyó que mañana podría verlo y preguntarle otra vez.
-Quizás no vuelvas a verme
-Por qué ? Te marcharás ?
-Quien sabe.
Las luces de neón iluminaban las huellas ligeras de Julia, el horizonte desaparecía tras la noche.
-Cuánto tiempo tengo ?
-Ya te lo he dicho.
-Volveré.
-Lo sé.


















2410

jueves, 2 de abril de 2009

Al soldado anónimo



En la piedra tallaste tu nombre
y también el de tu equipo de fútbol
pegaste esa foto dormido con tu abrigo

Esperabas que el día fuera de primavera
Quisiste ser de nuevo como el niño que
las contemplaba por primera vez

Nunca supiste bien en donde estabas
tal vez en el mapa habría una sombra tuya

El eco brillaba con sonidos amigos
y los sueños te despertaban

Con los hijos no tenidos
Con la novia no alcanzada

Quizás sea mejor que no te despertemos

Y te soñemos así solo

Sin desgarros ni granadas
Sin enemigos internos
más crueles que el enemigo
Sin pérdidas
Sin derrota

Hoy sos una cruz blanca pálida
un rosario, un recuerdo de nieve

Allí donde nacen los que murieron
por nosotros.

Palabras y hojas



De que estamos hechos
sino palabras y hojas
somos más sonido que carne
más polvo que vida perdurable

la matriz del alba
se distrae
se transforma en si misma

y los pensamientos dejan de fluir
por un instante

sangre, gritos
corridas, balas, bombas

y silencio estrepitoso
y hundido silencio

mudo diálogo de dos
que se miran en un espejo

donde no hay mundo
ni aire
ni sueños

algo ha nacido
sin ADN
sin edad
sin tiempo

de que estará hecho
sino palabras y hojas

Lo que pudiste hacer

  Si de la luz depende que podamos abrir un ojo   ¿En la oscuridad con que veremos?   Fardos acomodados enfrentan el viento ...