Caminé por República de la India en dirección a Las Heras,
tenía puesto un abrigo y llevaba los cigarrillos en el bolsillo. Puse la pistola entre las medias y el borceguí, no era cuestión de
salir así nomás, estaba
jugado y la Plaza Italia estaba sembrada
de federales no me iba a entregar fácilmente. Bordeé el
Zoológico y aún a plena luz del día se veían
circulando a los Falcon del Regimiento de Patricios que no querían dormirse, seguían
peinando la zona en busca de nosotros o cualquier cosa que les resultara sospechosa. Por
la zona no había detenciones a colectivos, eso se daba más en la provincia que en la Capital.
Además no se quería incomodar a los vecinos del Botánico donde también Vivian algunos de los
jerarcas del proceso. No me había afeitado y mi barba tenía 3 días que no eran tiempo
necesario para que fuera tupida y llamara la atención. Quedamos en encontrarnos en el café de Cramer y
Monroe, ahí el Chino me iba a dar el
documento,el pasaporte y el aéreo. Yo que nunca había viajado más
lejos que a Montevideo, estaba a punto de irme, no
podía pensar en nada, ni siquiera había hecho la ronda de reconocimiento para evitar que el encuentro estuviera vendido, teníamos
como rutina dar dos vueltas a la manzana antes de ubicarnos en cualquier bar o pizzería,
estaba todo tan podrido porque con tantos cumpas caídos, nada nos garantizaba seguridad aunque lo
intentásemos. Igualmente me senté apenas llegue, pensé en Juana, negué lo que había
pasado, me dije le estamos vendiendo
fruta a los servicios, ella está escondida pero tiramos que cayó
para que no la busquen más. Como si todo funcionara así
de simple, con solo desearlo y no pensar en las torturas, o en la delación.
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