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viernes, 12 de enero de 2018

Sanar



Quisiera activar
la zona dañada,

masajear el alma
con palabras tibias.

Todos estamos lastimados
por alguien
por amor no correspondido
por descuido de nuestros cuidadores
por egoísmo
y olvido también.

Como al pasar
mirando nuestros surcos en la tierra,
descubrimos otros mayores

rescatados del dolor por la sorpresa,
vemos a otros,

podemos verlos a los ojos
por vez primera,

son niños, jóvenes,
adultos y ancianos.

Todos por igual,
cobijados por estrellas brillantes,
en el mismo sendero.

Buscando piedad para no sufrir,
pensando en lo particular de esa pasión.


No, no hay distinción
para el llanto, el dolor
tampoco para la alegría y la emoción.

Todos tenemos dentro
la necesidad de un par
que nos guie y acompañe,
nos alimente y nos apacigüe
nos permita engañar a la muerte
aunque sea por unos años.

Lastimados y en pena,
nunca podremos reconocer
a nuestros compañeros de vida,

están caminando día a día
con nosotros,
la cabeza gacha nos ciega.

Quizás levantando la vista
podemos mirar profundamente
a esos rostros que son próximos
y escucharlos contar sus horas,

abrazar sus historias,
conocer sus colores,
secar sus lágrimas.

Es que la manera de sanar
es curando a otros,
resonando en sus heridas
cauterizándolas,
meciendo sus palabras
en un mar de calma

Besando la tierra profunda
rescatando el sonido de los que ya no están
avivando el fuego de los que necesitan compañía.

Esa es la tarea de los que fuimos ayudados,
porque alguien se detuvo un instante
y mirándonos nos habló,
nos regaló el vuelo de una ave migrante.

Dejando de ver el dolor individual
podremos al mirar al otro,
encontrar nuestra capacidad de sanar.


La obra que acompaña se denomina
LA MUJER QUE LLORA 
fue pintada en 1937 por el artista
PABLO PICASSO

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