Encendida
bajo la chimenea
de un caudal terso
Nubes de azulejos violáceos
bruma de preguntas filosóficas
Donde duermen
las tareas que se agolpan
en el sueño
Donde descansan
las incontables frases
que ametrallan a repetición
Un estado de ensoñación
que quita el sueño
hasta borrar la frontera
entre vigilia y niebla
Nos volvemos pequeños
como una gota de sal
o eternos como una placa tectónica
De nuestros labios
sale la letra de un tango
dicho con la dulzura de un bolero
Nos despierta un sonido ajeno
nos resistimos
usamos ese sonido dentro del sueño
Eternizamos ese instante
no hay presos ni libres
Salimos de la aburrida
y mortal vida dicotómica
No reconocemos colores
pocas veces el sabor del sexo
es como el que recordamos
Alguien algo
dentro nuestro
nos permite crear
torturarnos o darnos infinito placer
o simplemente vivir una historia
una que nos cuesta
o aquella que nos conmueve
Somos los mismos
somos otros
Enjundia y risa
turbulencia o vergüenza
ironía y lujuria
Mas precisamente
la Biblia y el Calefón
hasta que unos despiertan
y otros escribimos.
La pintura que ilustra mi poesía
es creación de Andrea Franceschini
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