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martes, 23 de enero de 2018

Ser



Llevo conmigo
el olor de jazmines frescos
sobre las avenidas.

Cuento las historias
que se llevaron
al otro lado del mar.

Escucho los colores
de las flores del jacarandá

recojo del aire
susurros, alegrías,
y sufrimientos tortuosos.

Me detengo,
dudo,
me pregunto qué escribo?
por qué?

Cuestiono,
si hay naturaleza
en lo humano.

Percibo
algo de la palabra atravesándonos,
sorteando obstáculos,
enfermando y también curando.

Somos lo que hablamos,
nos convertimos en el personaje
del relato que habitamos.

Claro
como si esto fuera obvio,
hasta que un día
dejamos de nombrarnos
como nos llamaron
nuestros padres y sus padres
y los padres de ellos.

Esto significa que no hay historia?

No lo sé,
seguramente
la historia no será la misma.

Las reconstrucciones son azarosas
parciales, sesgadas, imperfectas.

Entonces qué hacer?

Escuchar la vibración de cuencos internos,
desmadejar las catáfilas que nos rodean,
olvidar por un instante
los miedos que son ficción de otro.

Hablar,
escucharnos,
construirnos libres,
porque aún el amor más grande,
sería rehén de lo que no podemos nombrar.

No sostengamos
que tenemos libertad para elegir.
Creo que somos elegidos,
por algo que está en otro plano,
que juega el juego de hacernos creer,
que somos libres autónomos e independientes,
y que elegimos nosotros y nuestros pares.

Cuando en verdad,
nunca los encuentros
tienen que ver con elecciones.

Deberemos aceptarlo,
observar todo,
desde la perspectiva de un pequeño insecto,

así,
abrazar la fortaleza que tiene
lo efímero

de nuestros minutos en este planeta.


AUTORRETRATO
pintado por
PABLO PICASSO
en 1972

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