Si alguien pudiera inocularnos con un antídoto que evite todo sufrimiento, que impermeabilice, toda superficie, evitando el llanto, o borrando sus huellas. Quizás darnos la cura para un corazón roto, cuantos lo tomarían, cuantos otros viven así. Ausentes, enajenados de si para no atravesar el dolor. Dejando la vida entre un paréntesis de trabajo y evasión Pero no, mi camino no está por ahí, porque el dolor, me tiembla en la cabeza me incomoda el habla me atraviesa como un trueno y sin embargo me arriesgue por haber vivido esos segundos de amor esos veinte días de tu perfume esas quincenas de tus adentros y el fruto de las mañanas. Porque aunque me muera de dolor por no verte más nunca olvidaré la sonrisa que me regalaste no vos, la vida que me premió con una brisa leve. Esa que estaba predestinada a mi para buscarte. Para seguir intentando estar cerca hasta...